jueves, 20 de noviembre de 2014

El hilo de las ideas



Del film " La mirada de Ulises"
    


"Te contaré mi viaje toda la noche, y las noches venideras, entre abrazos y susurros del amor. Toda la aventura humana. La historia sin fin" 
                                                             ( La mirada de Ulises)




             Más allá de las ideas mismas, me detengo en el hilo que las ata. Hilos de lenguaje que trazan el pasaje de una idea a otra: sea  el sutil desplazamiento, la contigüidad o la proximidad, sea la suave sinuosidad en las consideraciones, el discurrir del decir o  la sorpresa de un  salto, un cambio de base, un laberinto.  Lo invariable es la relación establecida, su filiación, esa flecha que une dos elementos, dos extremos.
           El cuadro de Velázquez, “Las hilanderas”,  muestra el mito de Atenea y Aracné. Lo muestra en un segundo plano, como en una puesta en escena, mientras que en el primer plano un grupo de muchachas hilando realiza no ya el trabajo artístico sino el trabajo artesanal. Existen diversas interpretaciones de este cuadro. Dice Leonid Volinski en su libro "Siete Días" que Velázquez era pintor de la corte, en Sevilla a mediados del siglo XVII. Sus cuadros versaban sobre la vida de la corte y la religión. También dice que las hilanderas están inspiradas en las muchachas de su tierra, sus vestimentas, sus rostros y que eso era algo novedoso. Velázquez baja el mito a la vida cotidiana, lo cruza con la sencilla alegría de estas hilanderas que nos muestran su trabajo. En el origen ellas hilaban... podría comenzar la historia. Como ese rollo de película originaria que buscaba revelar el protagonista  en el film de Theo Angelopoulos "La mirada de Ulises" y que era la primer filmación en un proceso químico ya casi perdido, de unas hilanderas de Europa en una filmoteca de Sarajevo.

           Vuelvo a la idea de hilar ideas, del trabajo de las hilanderas de Sevilla y las de Sarajevo y las lejanas en el mito. Vuelvo a la idea de hilar ideas, de viajar buscando un origen. Será tal vez ese el entretejido que ata y desata el nudo,  de las preguntas que se estrechan, se sostienen e insisten para seguir tejiendo un borde a los enigmas.


                                                                                                                                            Beatriz Fiotto

martes, 21 de octubre de 2014

Abismo en tu boca

           
Klimt Gustav  "El beso" detalle 1907-08


         En ese límite que se experimenta, cerca del punto indiferenciado o indiferenciable, entre tu-yo,  es donde nunca se deja de ser uno ni se pasa a ser el otro. Por infinitamente que se acorte la distancia, infinito es el recorrido hacia el otro. Allí donde la vista se confunde, donde la aprehensión del otro cuerpo se confina en lo sensorial del propio como ninguna otra experiencia lo logra. Cuando más se aproxima al otro,  más íntimo es el cuerpo propio. Allí se encuentra el abismo. Un abismo que se contempla pero nunca se transita; tan imposible como la propia relación amorosa, en la que el amado, el otro, siempre resulta escurridizo e inalcanzable.
          Se dice que Narciso, ese hermoso joven hijo del dios-río Cefiso y de la ninfa Liríope, que rechazó  a la ninfa Eco pues despreciaba el amor,   recibió el castigo de Afrodita.  Le infundió un amor exagerado y obsesivo hacia su propia imagen, que contemplaba en el agua. Se enamora entonces de sí mismo. Sin embargo,  es claro que él nunca supo que se trataba de eso; se abisma en la imagen que lo enamora, en ese otro imposible que lo sujeta y que no se deja seducir, en la tragedia de desdoblarse, reflejarse,  escindirse para un otro.  Ese mismo otro que Marcel Schwob desesperadamente trata de abolir en su cuento "Beatriz":

     "...Los versos del divino Platón nos revelaron el eterno secreto que permite a las almas enamoradas poseerse totalmente. Y desde ese momento Beatriz y yo no pensamos más que en unirnos de ese modo para abandonarnos el uno en el otro."
  ... "Quiero que en el momento de morir me beses en la boca, y que mi último aliento pase a ti."
              El beso como pasaje hacia el otro, para habitarlo y ser habitado por él.  Sin embargo, se frustra todo intento, aún en el último aliento. No hay muerte posible que nos permita saltar ese abismo.  Y ese otro que vemos se vuelve nuestro propio reflejo para construir  la imagen de nuestro cuerpo, y claro, también su experiencia.
             Schwob   escribe un cuento enmarcado en el simbolismo dentro de un conjunto de relatos titulado "Corazón Doble"; muy próximo al pasaje de salida de Baudelaire del romanticismo, con la presencia de lo macabro heredado de  Poe, con ese modelo lánguido y enfermizo de mujer, idealizado hasta en el nombre y el discurso con  marcas que construyen una espiritualidad o una mirada aún cercana a lo religioso.
Varias décadas después, Barthes  también se inquieta por la misma idea y  desde su escritura fragmentaria, llena de voces, más próxima al psicoanálisis, cercana en el tiempo y la experiencia; se detiene ante ese abismo: frente al otro, frente a la construcción discursiva del sujeto que ama. De esta manera,  leemos en  su libro "Fragmentos de un discurso amoroso"(1977):

"La explosión del abismo puede venir de una herida pero también de una fusión: morimos juntos de amarnos: muerte abierta, por dilución en el éter, muerte cerrada de la tumba común. El abismo es un momento de hipnosis. Una sugestión actúa, que me empuja a desvanecerme sin matarme. De ahí, tal vez, la dulzura del abismo: no tengo ninguna responsabilidad, el acto (de morir) no me incumbe: me confío, me transfiero (¿a quién?; a Dios, a la Naturaleza, a todo, salvo al otro)"
"Cuando me ocurre abismarme así es porque no hay más lugar para mí en ninguna parte, ni siquiera en la muerte. La imagen del otro -a la que me adhería, de la que vivía- ya no existe; tan pronto es una catástrofe (fútil)  la que parece alejarla para siempre, tan pronto es una felicidad excesiva la que me hace reencontrarla de todas maneras, separado o disuelto, no soy acogido en ninguna parte; enfrente, ni yo, ni tú, ni muerte, nadie más a quien hablar.                                                                          
(curiosamente, es en el acto extremo de lo Imaginario amoroso - anonadarse por haber sido expulsado de la imagen o por haberse confundido en ella- que se cumple una caída de este Imaginario: el tiempo breve de una vacilación y pierdo mi estructura de enamorado: es un duelo artificial, sin trabajo: algo así como un no-lugar)."

Beatriz Fiotto